Exceso de peso: ¿qué relación tiene con la microbiota intestinal?

Cada vez hay más pruebas de esta asociación. En la Argentina, 7 de cada 10 personas adultas tienen sobrepeso, lo que representa una prioridad para la agenda de la salud pública.

Por Guadalupe Benavidez*

El exceso de peso es uno de los problemas de salud más preocupantes a nivel mundial. Su prevalencia ha aumentado a pasos agigantados en las dos últimas décadas. Particularmente en la Argentina las cifras son alarmantes ya que 7 de cada 10 personas adultas tienen exceso de peso, lo que representa una prioridad para la agenda de la salud pública.

Ya es sabido que albergamos en nuestro intestino 100 billones de microorganismos, y miles de especies bacterianas diferentes, que coevolucionaron con nosotros durante millones de años a través de una relación mutualista donde nos beneficiamos tanto nosotros de ellos como ellos de nosotros.

La microbiota intestinal ha ganado relevancia en las últimas décadas debido a la cantidad de estudios de investigación disponibles y al descubrimiento de las increíbles conexiones que existen entre su composición y la salud humana.

 

Cada vez hay más pruebas de la asociación entre este ecosistema intestinal y la obesidad. ¿Qué relación pueden tener los microorganismos que llevamos alojados en nuestro intestino con el exceso de peso?

Una de las conexiones más estudiadas entre la microbiota, la obesidad y las enfermedades desencadenantes tiene que ver con la inflamación crónica de bajo grado, que es un tipo de inflamación silenciosa, persistente, que produce daño en los tejidos y órganos y se caracteriza por la elevación de sustancias inflamatorias.

La inflamación crónica es un factor de riesgo de varias enfermedades, por ejemplo, enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes, enfermedad renal crónica, enfermedad del hígado graso no alcohólico y trastornos autoinmunes y neurodegenerativos.

La microbiota intestinal cumple funciones indispensables y diversas como la regulación metabólica, la digestión de ciertos ingredientes de los alimentos que consumimos, la síntesis de nuevos componentes, la protección de la barrera intestinal, la regulación del sistema inmunológico intestinal, entro otros. Solo entendiendo todas funciones indispensables que lleva adelante, podremos comprender que su alteración claramente tendrá un impacto negativo afectando nuestra salud en múltiples niveles.

DISBIOSIS INTESTINAL

Esta modificación de la composición de la microbiota intestinal se conoce con el nombre de “disbiosis intestinal”, y puede estar implicada en diferentes trastornos como la obesidad y las enfermedades relacionadas. Existen distintos indicios que avalan que al tener la microbiota alterada, podemos contar con bacterias que extraen mayor cantidad de energía de los alimentos que consumimos, con más almacenamiento de grasa corporal, con modificación en diferentes señales que influyen en la regulación del hambre y saciedad.

El exceso de peso que se acompaña de mayor cantidad de tejido adiposo genera una activación del sistema inmune con una cascada de sustancias inflamatorias, asociando de esta manera el exceso de peso con la inflamación crónica de bajo grado previamente mencionada.

Ha sido ampliamente estudiado que una menor diversidad y cantidad de bacterias intestinales, a la vez que la menor producción de metabolitos con propiedades antiinflamatorias (como los ácidos grasos de cadena corta), una abundancia de sustancias proinflamatorias (como los llamados lipopolisacáridos) y la alteración de la barrera intestinal con una mayor permeabilidad; son condiciones típicas de personas con exceso de peso. Cabe destacar que no podemos dejar de mencionar que la obesidad es multifactorial y que todos los aspectos del estilo de vida juegan un papel importante en su desarrollo.

Tenemos el poder de controlar esta situación y mitigar, a través de la modulación adecuada de la microbiota intestinal, la inflamación crónica de bajo grado y por ende la obesidad y demás enfermedades asociadas.

La primera estrategia efectiva es centrarse en mejorar la calidad de la alimentación, aportando abundancia de alimentos frescos ricos en fibra alimentaria (legumbres, cereales de grano entero, semillas, frutos secos, frutas y verduras) y grasas saludables (pescados grasos de mar, palta, frutos secos, aceite de oliva, aceitunas) para favorecer la producción de sustancias antiinflamatorias como el butirato.

Asimismo, es prioritario incorporar alimentos con alta carga de microorganismos vivos como pueden ser los alimentos fermentados como yogur, el queso fresco, el kéfir, el chucrut, el kimchi, el hummus fermentado, y las frutas y verduras crudas previamente lavadas. Ellos pueden ser aportes valiosos para contrarrestar la disminución de la diversidad y el aumento de la inflamación generalizada en la sociedad industrializada.

Lograr disminuir gradualmente el aporte de alimentos empaquetados cargados de azúcares, harinas refinadas y grasas de mala calidad es un hábito prioritario para cuidar nuestra microbiota.

Por último, no podemos dejar de mencionar la necesidad de consumir variedad de alimentos, priorizando al menos 30 tipos de plantas diferentes a la semana, para de esta manera seguir promoviendo la diversidad de microorganismos de nuestro ecosistema intestinal.

(*) Nutricionista especializada en Microbiota intestinal.

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