Muchos de nosotros desconocemos o no somos realmente conscientes de nuestro mundo interior, de los cientos de billones de bacterias y otros microorganismos que habitan nuestro intestino y conviven con nosotros.
*Por Guadalupe Benavidez.
Como dato curioso si colocamos una al lado de la otra las bacterias de nuestro cuerpo, podrían dar la vuelta al mundo 2,5 veces.
El 95% de esas bacterias se encuentran en el intestino grueso debido a que allí se dan las condiciones para que estos microorganismos puedan desarrollarse y crecer; es un ambiente anaeróbico con menos presión de oxígeno y menos ácido que el estómago por ejemplo, además de otras particularidades.
Por tal motivo, podemos decir que esta comunidad de microorganismos que se denomina microbiota intestinal es uno de los ecosistemas más densamente poblados de la tierra con más de 1.000 especies bacterianas únicas diferentes.
Actualmente, a pesar de ser un tema muy estudiado y contar con evidencia científica sobre su importancia y asociación con el estilo de vida, son muchos los aspectos que se desconocen sobre el funcionamiento de la microbiota intestinal. Sin embargo, está establecido su papel crucial en el sistema inmunitario, metabólico y hormonal, así como en la relación eje intestino-cerebro y precisamente sobre esta comunicación dinámica y bidireccional es donde nos centraremos.
Actualmente, a pesar de ser un tema muy estudiado y contar con evidencia científica sobre su importancia y asociación con el estilo de vida, son muchos los aspectos que se desconocen sobre el funcionamiento de la microbiota intestinal. Sin embargo, está establecido su papel crucial en el sistema inmunitario, metabólico y hormonal, así como en la relación eje intestino-cerebro y precisamente sobre esta comunicación dinámica y bidireccional es donde nos centraremos.
Aunque cueste creerlo, nuestro intestino está compuesto también por cientos de millones de neuronas, más de las que tiene la médula espinal y existe una conexión neural entre el intestino y el cerebro.
La microbiota intestinal tiene una enorme capacidad metabólica y fermenta los componentes no digeribles de la dieta produciendo metabolitos que alteran este “diálogo” entre el intestino y el cerebro.
La ciencia ha demostrado que existe relación entre lo que sucede en el intestino y nuestros comportamientos y estados de ánimo. Por ejemplo, las personas que padecen enfermedades asociadas al cerebro (depresión, Parkinson, autismo, Alzheimer, entre otras) suelen tener una microbiota intestinal alterada.
Para entenderlo mejor, especies determinadas de microorganismos intestinales convierten los nutrientes de la dieta en metabolitos como los ácidos grasos de cadena corta, neurotransmisores como el ácido gama-aminobutírico y la serotonina que favorecen la producción de hormonas intestinales que envían señales al cerebro a través del nervio vago y del sistema circulatorio. La información llega al hipotálamo, donde se regula por ejemplo el apetito, la saciedad y el balance energético.
Estas sustancias además, pueden modular el estado de ánimo, ayudar a la respuesta frente al estrés, regular la ansiedad y favorecer el bienestar emocional.
¿De qué manera podemos favorecer el desarrollo de una microbiota intestinal diversa, rica y resiliente? El estilo de vida forma parte del problema, pero también de la solución, ya que nuestro gran desafío sigue siendo poder incorporar cambios, te acerco algunas sugerencias:
– Recibir asesoramiento médico y nutricional en base a tus necesidades individuales.
– Llevar una dieta variada con adecuado aporte de fibra.
– Consumir variedad de frutas, verduras, cereales de grano entero, legumbres, semillas y frutas secas como parte de la alimentación habitual.
– Incorporar de manera gradual alimentos fermentados como el yogur.
– Mantenerse físicamente activo.
– Usar antibióticos o medicamentos sólo bajo indicación médica.
– Proponerte cambios sencillos pero sostenibles.
(*) Lic. en Nutrición. Coach de salud certificada.