Ácidos grasos de cadena corta y su fundamental rol en la salud

Los ácidos grasos de cadena corta (AGCC) son moléculas producidas por algunas de las bacterias que componen nuestra microbiota intestinal, en respuesta principalmente a lo que comemos, mediante la fermentación de los carbohidratos complejos, de la fibra prebiótica y del almidón resistente que se ingieren a través de los alimentos.  

Los malos hábitos y la escasez en el consumo de estos alimentos generan una baja producción de estos componentes. 

El 90–95% de los AGCC presentes en nuestro intestino grueso son acetato, propionato y butirato. Constituyen la fuente principal de energía para las células intestinales, y a través de diferentes mecanismos promueven un ambiente anaerobio y ácido, ayudando a aumentar las bacterias benéficas, a disminuir las patógenas, a mantener la integridad de la mucosa intestinal, a modular el sistema inmune y metabólico de nuestro cuerpo (regulando la síntesis de colesterol y glucosa) y a favorecer la absorción de minerales como el calcio y el hierro, entre otras funciones imprescindibles. 

Estas sustancias tienen un rol destacable en el mantenimiento de una buena salud intestinal y global, especialmente, por sus propiedades antiinflamatorias.   

Se especula que también desempeñan un papel clave en la comunicación que existe entre el intestino y el cerebro. Es decir, que lo que sucede en el intestino no se circunscribe solamente a esta parte del cuerpo, si no que tiene un impacto en diferentes funciones de todo el organismo, como es el caso del estado de ánimo, las funciones cognitivas y emocionales. 

Los ácidos grasos de cadena corta como el butirato además de otras funciones regulan los niveles de GABA, un neurotransmisor fundamental en la modulación del comportamiento y el control de la ansiedad.

Conocer cómo se encuentra el nivel de producción de AGCC de tu microbioma nos ayudará a identificar oportunidades de mejora y a diseñar tu plan de hábitos, ya que si están por debajo del promedio esta situación se asocia a una alteración de la microbiota intestinal, que se traduce en un debilitamiento de la mucosa y un ambiente proinflamatorio.  

La adherencia a la dieta mediterránea se correlaciona con niveles más altos de AGCC y una mayor abundancia de cepas productoras de butirato. Consumir una adecuada cantidad y variedad de alimentos del reino vegetal, fuente de fibra prebiótica, almidón resistente y de alimentos ricos en probióticos ayudará a alcanzar niveles favorables de estas sustancias que a largo plazo serán imprescindibles en la prevención de enfermedades metabólicas, como diabetes de tipo 2, obesidad y enfermedades cardiovasculares, así como susceptibilidad a infecciones y compromiso del sistema inmune. 

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